Ella sale, el viento no coordina con sus pasos y tampoco lo
hace mi mirada con la suya.
Llega con una ligera sonrisa, la simetría de su rostro me
distrae por un minuto o una hora, ya no lo sé.
Debo entregarle algo y el tiempo se ha vuelto tan lento que
mi respiración suena en todo el lugar.
Su cabello alcanza mi hombro, tienta a soñar infinidad de
veces con ella sobre mí, sobre mi pecho, o quizá debajo de toda mi piel.
La realidad, ella se ha ido o quizá nunca apareció.