lunes, 7 de septiembre de 2015

Tres, madrugada.

Tú te quedarías y serías el calor.
Pero yo desearía ser el frío en tus pies.
La brisa que alborota sus mejillas.
Pero lamentablemente solo soy el hielo que lanzas al whisky.
O el páramo que te estorba para llegar a tu destino.

Esa es la ironía de mi camino, tan torpe y tonto que desearía desaparecer y no volver.
Ser un recuerdo de la Tierra, volverme arena y recorrer el mundo así.
Lamentablemente, los poemas toman forma y se lanzan al vino como hilarantes monumentos de amor.

Mi cabello siente el amor del viento, del mundo.
Pero yo solo siento desprecio hacia cada átomo que llega a conformarme.
Desde el cielo, Dios grita para intentar animarme. Pero ni siquiera un estruendo puede acabar con esta desidia.

Los caminos se abren, y caigo entre ellos como una botana cae dentro de alguna ave del centro de la plaza.
Y este se vuelve el día más triste del mundo que vive dentro de mí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario